La felicidad tiene forma de U

Estudios realizados (Warwick / Darmounth Collegue) afirman que la felicidad tiene forma de U, es decir, que la juventud y la vejez son las etapas más dichosas en la vida de una persona. Por un lado, experimentamos la alegría de lo nuevo y, por otra, el sosiego que produce saber lo que queremos y con quién. Así pues, el peor momento se produce justo en la mitad de la vida.
Recientemente el British Medical Journal también afirmaba que la felicidad, en el transcurso de la vida, adopta la forma de la letra U, con una depresión entre los 40 y 50, punto crítico que después gana altura.la mayoría de las personas envejecer era viv
En la mayoría de las personas envejecer era vivido como una caída, que es lo contrario a lo que ve actualmente. Es muy notable cómo está cambiando la percepción de lo que es envejecer: ya no es pesimista.
Estimulados por el nuevo marketing, que los identifica como potenciales consumidores de innumerables actividades, los mayores disfrutan de la última etapa de la vida.
Otros estudian postulan que las personas mayores tienden a focalizarse en los eventos positivos y borran los negativos. Como si el cerebro mismo protagonizara una selección tendiente a mantener el ánimo.
PLASTICIDAD EN A
Cuando la expectativa de vida no pasaba de los cincuenta años no había tiempo para ideales a largo plazo, pero duplicada esa cifra, restan tiempo y espacio para construir un nuevo proyecto de vida”.
Definitivamente, la vejez dejó de ser una fase de pasividad. El cerebro sigue en proceso de renovación durante toda la vida. La única receta es usarlo. Pero con descansos.
Otros estudios reconocen el valor de estar activo a través de la realización de actividades físicas, sociales, cognitivas y hogareñas. Pero destaca la necesidad de intercalar el movimiento con espacios para el descanso que permiten recuperarse del esfuerzo invertido en la actividad.
A menor expectativas, más felices
Lo que sí parece incontestable es que, según estos investigadores, y al margen de esas otras razones, la felicidad depende de la generación de expectativas y de su ajuste: durante la infancia y la juventud las posibilidades de hacer, de sentir, de probar, son infinitas; a mitad de la vida, en cambio, bajan y, en la madurez, vuelven, probadas, descartadas o asumidas, pero ajustadas, en cualquier caso. ‘En la infancia, la adolescencia y la juventud estamos conociendo todo, experimentando todo. Todo es para nosotros una pura expectativa: encarar actividades inusuales, no tener rutina, rodearnos de gente enérgica y positiva… Todo eso nos produce una inmensa felicidad, porque aún no hemos cometido errores que nos lastren y nos produzcan insatisfacción’, explica el profesor Andrew J. Oswald sobre la primera de las fases de la U, la juventud.
Por su parte, es en la madurez cuando los individuos han aprendido a asumir sus puntos fuertes y débiles y descartan aspiraciones, prácticas o emocionales, irrealizables. ‘Durante la vejez estamos completamente adaptados al mundo que nos rodea y, sobre todo, hemos ajustado nuestras expectativas, tanto en relación a  lo que hicimos como a lo que no. Además de disfrutar de lo ya vivido, podemos volver la vista atrás para darnos cuenta de que las cosas tuvieron su razón de ser. Y esa sensación de coherencia y de sentido último nos produce placer’, continúa Warwick.
 
¿El amor también tiene forma de U?
Una de las mayores causas de felicidad o infelicidad (en su ausencia) podría cumplir también el mismo patrón ya que, en nuestra madurez, sabemos lo que queremos en cuanto a las relaciones amorosas y hemos descartado el perfil de personas y experiencias que no nos lo convienen. Así, ya en la vejez hemos aprendido a ser felices.
La economía de los sentimientos
Una vez que las necesidades básicas están cubiertas (alimentación, salud, vivienda, trabajo) el nivel medio de felicidad que los sujetos dicen disfrutar no varía prácticamente del poder adquisitivo.
Para nosotros, los secretos de la felicidad son ‘querer y ser querido, tener buena salud y no compararse mucho con los demás’.